Pueblos indígenas en Guatemala: desafíos demográficos, lingüísticos y socioeconómicos: análisis comparativo de los censos 2002 vs 2018

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Autor
Mendoza, Carlos ;
Guzmán, Vivian
Fecha
Jan 2022
Guatemala se ha convertido en el país con mayor proporción de población indígena en América Latina. Entre 2002 y 2018 la población indígena tuvo un crecimiento de 4 puntos en su peso poblacional, pasando de 41% a un 44%. Este dato indica que es el país con el mayor porcentaje de población indígena en términos relativos, seguido de Bolivia con 41.5%, y el tercero en términos absolutos, después de México y Perú. La población indígena ha tenido una mayor tasa de crecimiento interanual durante el período estudiado (2.4%) comparado con la población no indígena (1.3%). Sin embargo, el crecimiento ha sido dispar en términos intra-étnicos. Así, el pueblo Maya-Q'eqchi' es el que registra mayor crecimiento en términos absolutos (517,995 -esto es, un 61% en términos relativos-). Por otro lado, el pueblo Maya-Uspanteko fue el único que registró una disminución de 2,585 personas (un 34% menos en términos relativos). En términos relativos, el pueblo Xinka tuvo el mayor crecimiento (1,529%) atribuible, posiblemente, a un mayor sentimiento de pertenencia. La auto identificación Xinka pasó de unos 14 mil a más de 224 mil personas censadas. \nSi bien ha habido un ligero descenso, la población indígena sigue siendo mayoritariamente rural. Por primera vez en su historia, la mayor parte de la población del país es urbana, pasando de un 46% en 2002 a un 54% en 2018. Sin embargo, la mayor parte de la población urbana en 2018 es la no indígena (68%). Por su lado, la población indígena urbana pasó de 28% a 32%. Pese a ese leve crecimiento, la población indígena rural es mayor que la población no indígena rural (57% versus 43%). \nLa migración internacional tiene un rostro de jóvenes indígenas rurales. La migración internacional mantuvo un crecimiento entre los años comprendidos entre ambos censos. Sin embargo, es a partir de 2011 que registra un crecimiento mayor y de manera sostenida. Al analizar por diferentes grupos de población, se observa que la mayor parte de la población que ha migrado son los hombres mayas rurales, seguido de los hombres ladinos rurales. Además, el mayor número se concentra en el grupo de edad de 15 a 19 años, seguido del grupo de 20 a 24 años. Cuando se compara por tasa de migración por cada mil habitantes, el departamento con mayor migración internacional es Huehuetenango (40%) y el departamento con menor tasa es Alta Verapaz (3%). \nLa migración interna es mayor para la población no indígena; en el caso de la población indígena, ésta migra más hacia el departamento de Guatemala. Cuando se analizan en términos absolutos, la migración interna parece ser un fenómeno más acentuado en la población no indígena (ladina) que en la población indígena. El flujo global de migrantes internos para la población no indígena que se reportó en el censo 2018 fue de 125,138 personas mientras que para la población indígena fue de 56,159. Los departamentos con más emigrantes son Quiché, Totonicapán, San Marcos y Alta Verapaz. El 27% de los indígenas que migran internamente lo hacen hacia el departamento de Guatemala. Por otro lado, es interesante notar que hay un cruce inter-étnico de la migración, es decir indígenas que migran hacia departamentos mayoritariamente no indígenas (como Santa Rosa y Zacapa) y población no indígena (ladina) que migra hacia departamentos de mayoría indígena (como Chimaltenango y Alta Verapaz).\nHay un marcado deterioro en los grados de vitalidad de los idiomas indígenas y algunos de ellos están en serio riesgo de desaparecer. Basado en criterios de vitalidad lingüística que recomienda la UNESCO, se ha determinado que la situación de los idiomas indígenas es preocupante. Los criterios utilizados en este estudio se refieren a transmisión intergeneracional del idioma, proporción de hablantes y número absoluto de hablantes. De acuerdo con estos aspectos, únicamente los idiomas Qeqchi y Akateko muestran altos grados de vitalidad. Otro grupo importante se encuentra en un nivel intermedio de vitalidad. Estos incluyen el Achí, el Awakateko, el Ch'orti', el Chalchiteko, el Chuj, el Itza', el Ixil, el K'iche', el Mam, el Poqomchi', el Q'anjob'al, el Tektiteko, el Tz'utujil, el Uspanteko, el Xinka y el Garífuna. Varios de estos idiomas pueden caer al grupo de alto riesgo de desaparecer, particularmente el Ch'orti', el Xinka y el Garífuna. Este grupo presenta niveles muy bajos de vitalidad o, dicho de otra manera, están en un alto riesgo que puedan dejar de hablarse en pocos años. Entre este grupo destaca el Mopán que registró 2,011 hablantes en el año 2,018 y es un idioma que se ha dejado de enseñar a las generaciones más jóvenes. A este grupo también pertenecen el Popti', el Poqomam, el Sipakapense y el Sakapulteko. En este grupo destaca el caso particular del Kaqchikel que, aunque muchas personas que se autoidentificaron como parte de este pueblo, tuvo un descenso importante en el número de hablantes y cuya enseñanza en las nuevas generaciones disminuyó notablemente. Estos seis idiomas podrían estar en riesgo de desaparecer en pocos años, particularmente el Mopán.\nHubo mejoras en cuanto a calidad de la vivienda y reducción del hacinamiento, pero se mantienen las brechas interétnicas. Los datos indican que el porcentaje de hogares con condiciones inadecuadas de la vivienda se redujo entre ambos censos. Asimismo, se redujeron los niveles de hacinamiento. Sin embargo, se mantienen las brechas entre hogares indígenas y no indígenas. En el año 2018, 17% de los hogares indígenas habitaban en viviendas con material de piso y paredes de calidad inadecuada, mientras que 8% entre los hogares no indígenas; y 31% de los hogares con jefatura indígena vivían en hacinamiento, en tanto que 15% de los hogares no indígenas. Asimismo, se observan marcadas diferencias intraétnicas. Las comunidades etnolingüísticas mayas Ch'orti, Chuj, Akateka, Q'anjob'al, Ixil, Poqomchi, y Q'eqchi tienen una incidencia de alrededor del doble del promedio nacional en hacinamiento, y los Ch'orti y el pueblo Xinka tres veces más de incumplimiento en los criterios de calidad de la vivienda.\nEntre 2002 y 2018 aumentó la proporción de hogares sin acceso a fuentes adecuadas de agua, con mayor proporción en los hogares indígenas. Tanto el incremento como el porcentaje de incidencia fue significativamente mayor entre los hogares con jefatura indígena, en comparación a la no indígena: en 2018, el 22% de los hogares indígenas no tenía satisfecho el acceso al agua (5.7 puntos porcentuales más que en 2002), mientras que 13% de los hogares no indígenas (1.8 puntos porcentuales más que en 2002). En cuanto al indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) de acceso a saneamiento (servicio sanitario), se logró un avance intercensal, de manera más importante entre los hogares indígenas (una reducción de 6.4 puntos porcentuales: de 31.7% a 25.3%) que entre los no indígenas. En términos intraétnicos llama la atención el caso Xinka, que presenta altos niveles de NBI tanto de agua como saneamiento. A nivel de departamentos es Alta Verapaz el que muestra mayores niveles de NBI en acceso a agua. \nAunque persiste una leve brecha, hubo un aumento en el acceso a educación primaria con una notable mejora para los hogares indígenas. El acceso a la educación primaria es una de las dimensiones que se incluye en el indicador de necesidades básicas insatisfechas. Es importante destacar que la incidencia de NBI en acceso a educación de los hogares indígenas pasó de 12.2% en 2002 a 4.3% en 2018, y la de los hogares no indígenas de 5.2% a 1.8%, reduciéndose la brecha interétnica de 7 puntos porcentuales en 2002 a 2.5 puntos en 2018. Sin embargo, cabe llamar la atención que el aumento de escolaridad ha venido acompañado de un marcado desplazamiento de la lengua materna, en el cual el español ha sustituido a los idiomas indígenas, como se discute en detalle en la sección de monolingüismo. \nHa mejorado la capacidad de subsistencia de los hogares, con una notable mejora para los hogares indígenas. De acuerdo, a las necesidades básicas insatisfechas, la capacidad de subsistencia incluye la escolaridad de la jefatura de familia, así como miembros de esta que estén incorporados al mercado laboral. Un hogar cuya jefatura de familia no ha concluido la educación primaria y tiene más de cuatro miembros no incorporados al mercado laboral se considera un hogar con necesidad insatisfecha en la dimensión de subsistencia. La desagregación por pueblo de pertenencia étnica refleja grandes desigualdades entre grupos: alrededor de 20% de los hogares Mayas como Xinkas no tenía satisfecha esa necesidad básica, mientras que cerca del 10% en los hogares Ladinos, Garífunas y Afrodescendientes, y solamente 2.7% de los hogares con jefatura extranjera. Las comunidades etnolingüísticas con mayor incidencia en este NBI son la Chuj (29.6%) y la Q'anjob'al (28.5%). Pese a esas brechas, los hogares indígenas mejoraron en esa dimensión entre un censo y otro.\nMedido según el método de NBIs, la pobreza se redujo en el país entre ambos censos, pero persiste una brecha que afecta más a los pueblos indígenas. El método de medir pobreza según NBIs establece que un hogar se puede considerar en pobreza cuando no cumple al menos una de las cinco dimensiones que incluyen los NBIs. Los resultados del Censo 2018 indican que el porcentaje de pobreza según este método era de 51.3%, menor en 8.4 puntos al del año 2002 cuando el 59.7% de los hogares tenía alguna carencia en las dimensiones evaluadas. Si bien se dio una reducción más fuerte en los hogares con jefatura indígena que en aquellos no indígenas (menos 12.6 puntos porcentuales, respecto a una reducción de 7.2 puntos), la incidencia de pobreza en 2018 para los hogares indígenas era de 64.5% mientras que de 42.7% para los no indígenas, denotando la persistencia de una brecha interétnica de 22 puntos porcentuales. Asimismo, la pobreza se acentúa más en determinadas comunidades etnolingüísticas. De esa cuenta, destaca que más del 70% de los hogares con jefatura de hogar autoidentificada en las comunidades etnolingüísticas Q'anjob'al, Itza, Mopán y Tz'utujil, estaban en situación de pobreza, y en más del 80% de los hogares Q'eqchi's y Ch'ortis.\nAunque persisten las brechas interétnicas, el acceso a energía eléctrica mejoró de un censo a otro y en mayor medida para los hogares indígenas. Si bien actualmente persiste una cobertura desigual entre los hogares indígenas y los no indígenas, la comparación respecto al censo anterior muestra una reducción de la brecha de acceso a energía eléctrica de 12 puntos porcentuales entre 2002 y 2018. En 2002, el porcentaje de hogares indígenas sin acceso a energía eléctrica era 33%; para 2018 este porcentaje disminuyó a 21.3%. Para el caso de los hogares no indígenas pasó de 13.2% a 5.7% entre ambos censos.\nLos pueblos indígenas tienen menos acceso a las tecnologías de información y comunicación (TICs). El censo de 2002 no incluyó preguntas sobre posesión de dispositivos electrónicos o tecnológicos en los hogares. Sin embargo, estas si fueron incluidas en el censo de 2018. Los datos indican que los hogares indígenas tienen menos acceso a televisor, radio, computadora, servicio de cable e internet. La brecha de menor tamaño se observa en el acceso a radio. Por otro lado, el acceso a internet de los hogares guatemaltecos sigue siendo bajo (17.3%), y la brecha de conectividad entre grupos de población altamente desigual: 24.5% de los hogares con jefatura del hogar no indígena tenían en 2018 servicio de internet y solamente 6.1% de los hogares indígenas; y 27.4% de los hogares urbanos, mientras que tan solo 3.5% de los hogares rurales. Esta situación representa una limitación especialmente en momentos donde el acceso a tecnología se vuelve crítico como lo ha revelado la pandemia causada por el Covid-19.\nHubo mejoras sustanciales en alfabetismo, aunque se mantienen brechas interétnicas que afectan sobre todo a las mujeres indígenas. La tasa de alfabetismo de la población de 15 años y más, mejoró en casi 12 puntos porcentuales entre 2002 y 2018, pasando de 69.1% a 80.8%. Al 2018, la tasa de alfabetismo era bastante mayor en la población no indígena que en la indígena: 88.3% y 70.2%, respectivamente (18 puntos porcentuales de diferencia). Asimismo, entre la población masculina (85.3%) respecto a la femenina (76.5%). Si bien se mantiene las brechas entre población indígena como no indígena, el mayor aumento se dio entre la población indígena y principalmente entre las mujeres indígenas, aportando así al cierre de brechas. A pesar de este avance, todavía 36.7% de las mujeres indígenas de 15 años y más no sabe leer ni escribir, en comparación con 9.6% de los hombres no indígenas de 15 años y más.\nPersisten brechas en materia de participación laboral y hay diferencias intra-étnicas; las mujeres indígenas son las que presentan los niveles más bajos. Los hombres indígenas de 15 años y más presentan mayor tasa de participación laboral (75.3%), pero muy similar a la de los hombres no indígenas (74.4%); mientras que las mujeres no indígenas tienen una tasa de participación laboral (32.8%) de 10 puntos porcentuales mayor a la de las mujeres indígenas (22.9%). La incorporación de las mujeres indígenas al mundo del trabajo remunerado se mantiene muy por debajo del promedio nacional a lo largo de la vida. Las mujeres de las comunidades Chuj, Akateka y Chortí presentan las más bajas tasas de participación laboral (7.02%, 10.2% y 11.8%, respectivamente). Asimismo, son precisamente los grupos con menores años de escolaridad promedio (2.4, 3 y 3.1 años de educación acumulada, respectivamente).\nHubo una reducción en los niveles de empleo no remunerado entre ambos censos, particularmente para el caso de las mujeres indígenas. La comparación intercensal de la población ocupada según categoría ocupacional revela una significativa disminución del porcentaje de trabajadores no remunerados (de 10.3% a 2.9%), así como de las y los patronos (de 9.2 a 4.8%), mientras un aumento de 5 puntos porcentajes tanto en el empleo privado (categoría que más población ocupada absorbía en 2018: 48.6%) como en el trabajo por cuenta propia (35.2%). La reducción del trabajo no remunerado y la traslación hacia empleo privado y por cuenta propia, impacta mayormente a la población indígena, y específicamente a las mujeres pues en 2002 el 18.3% de las mujeres indígenas eran trabajadoras familiares no remuneradas y en 2018 solamente el 4.8%.\nAunque menos marcada que en 2002, se sigue observando una división del trabajo interétnica; la población no indígena se concentra en el sector terciario mientras que la población Maya y Xinka en el sector primario. Si bien el 53.7% de la población ocupada (alrededor 2.7 millones de personas) se encontraba trabajando en el año 2018 en actividades económicas del sector terciario, los pueblos Maya y Xinka se desempeñan principalmente en el sector primario (41.1% y 57.3%, respectivamente). La desagregación por comunidad etnolingüística y por ramas de actividad económica revelan la importancia de las actividades agrícolas en todos los casos, con mayor diversificación hacia la industria y el comercio en las comunidades K'iche, Kaqchikel y Tz'utujil.