Transmilenio y SITP: Un nudo político
Fecha
Dec 2020
Los megaproyectos suelen ser proyectos politizados. En estos se optimiza el proceso de toma de decisiones con un criterio político, en busca de generar acuerdos, desarrollando actividades que influencian la contienda electoral, mantienen la capacidad de gobierno y direccionan las políticas públicas.
En estos casos el liderazgo político debe ser tal para que se equilibren objetivos técnicos y políticos, y así evitar asumir riesgos innecesarios. En particular, este liderazgo debe ser transparente y rendir cuentas para que el megaproyecto no se transforme en un hecho personal y transitorio.
Transmilenio y el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) son las dos partes fundamentales de un megaprograma de proyectos sucesivos que buscó ordenar el transporte por autobús en Bogotá, Colombia, a partir de 1998. El proceso de desarrollo de dichos proyectos, con sus diferentes etapas, es útil para mostrar cómo una planificación racional, con una lógica de generación de acuerdo político, puede llevar a viabilizar las etapas iniciales de estos proyectos, pero también a que se asuman riesgos. Más aún, el caso sirve para ilustrar cómo la institucionalidad puede generar cierta inercia, pero que esta termina cediendo paulatinamente a las decisiones políticas de cada administración. Este caso revela la importancia de que los megaprogramas de proyectos, y megaproyectos, sean parte de una construcción colectiva que promueva su sostenibilidad y, así, genere los resultados esperados.
En estos casos el liderazgo político debe ser tal para que se equilibren objetivos técnicos y políticos, y así evitar asumir riesgos innecesarios. En particular, este liderazgo debe ser transparente y rendir cuentas para que el megaproyecto no se transforme en un hecho personal y transitorio.
Transmilenio y el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) son las dos partes fundamentales de un megaprograma de proyectos sucesivos que buscó ordenar el transporte por autobús en Bogotá, Colombia, a partir de 1998. El proceso de desarrollo de dichos proyectos, con sus diferentes etapas, es útil para mostrar cómo una planificación racional, con una lógica de generación de acuerdo político, puede llevar a viabilizar las etapas iniciales de estos proyectos, pero también a que se asuman riesgos. Más aún, el caso sirve para ilustrar cómo la institucionalidad puede generar cierta inercia, pero que esta termina cediendo paulatinamente a las decisiones políticas de cada administración. Este caso revela la importancia de que los megaprogramas de proyectos, y megaproyectos, sean parte de una construcción colectiva que promueva su sostenibilidad y, así, genere los resultados esperados.